“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
La emblemática frase inicial de la Declaración Universal de Derechos Humanos es tan importante hoy como cuando se aprobó, hace 75 años.
La Declaración Universal es una hoja de ruta que ayuda a acabar con las guerras, remediar las divisiones y promover una vida en paz y con dignidad para todos.
Pero el mundo está perdiendo el rumbo. Los conflictos se recrudecen. La pobreza y el hambre aumentan. Las desigualdades se acentúan. La crisis climática es una crisis de derechos humanos que afecta con más intensidad a los más vulnerables.
El autoritarismo está en auge.
El espacio cívico se reduce y los medios de comunicación sufren ataques desde todos los frentes.
La igualdad de género sigue siendo un sueño distante y los derechos reproductivos de las mujeres retroceden.
Hoy es más importante que nunca promover y respetar todos los derechos humanos que nos protegen a todos: los derechos sociales, culturales, económicos, civiles y políticos.
La Declaración Universal señala el rumbo hacia unos valores y unos planteamientos comunes que pueden ayudar a aliviar tensiones y crear la seguridad y la estabilidad que ansía nuestro mundo.
En la labor por actualizar los marcos globales y conseguir que sean más eficaces en el siglo XXI, los derechos humanos deben desempeñar un papel singular y central.
Exhorto a los Estados Miembros a que utilicen este 75º aniversario, y la Cumbre del Futuro del año próximo, para fortalecer su compromiso con los valores intemporales de la Declaración Universal.
En el Día de los Derechos Humanos, aliento a las personas de todo el mundo a promover y respetar los derechos humanos, todos los días, para todos, en todas partes.