Discurso del Secretario General de la ONU ante la Asamblea General
Solo unidos y colaborando podremos hacer frente a las amenazas existenciales de un mundo que se está desquiciando por momentos.
Hace tan solo nueve días, muchos de los retos a los que se enfrenta el mundo confluyeron en un resultado aterrador.
En Derna (Libia), miles de personas perdieron la vida en inundaciones de proporciones y consecuencias nunca vistas.
Fueron víctimas una y otra vez: víctimas de años de conflicto, víctimas del caos climático, víctimas de dirigentes, propios y ajenos, incapaces de encontrar un camino hacia la paz.
La población de Derna vivió y murió en el epicentro de esa indiferencia mientras el cielo descargaba en 24 horas el equivalente a 100 veces las precipitaciones de un solo mes, mientras las presas se rompían tras años de guerra y abandono, mientras todo cuanto conocían desaparecía ante sus ojos.
En este preciso momento hay cadáveres saliendo a flote en las mismas costas mediterráneas en las que billonarios fondean sus grandes yates para tomar el sol.
Derna nos ofrece una triste instantánea del estado actual de nuestro mundo: nos inundan la desigualdad, la injusticia, la incapacidad de afrontar los retos que se nos plantean.
Excelencias:
La situación se nos está yendo de las manos.
Las tensiones geopolíticas aumentan.
Los retos globales crecen.
Y parecemos incapaces de aunar esfuerzos para reaccionar.
Nos enfrentamos a un sinfín de crisis existenciales —desde la crisis climática hasta las tecnologías disruptivas— que, además, ocurren en un contexto de transición caótica.
Durante buena parte de la Guerra Fría, las relaciones internacionales se entendían fundamentalmente desde la lógica de las dos superpotencias.
Después se produjo un breve período de unipolaridad.
Ahora avanzamos con rapidez hacia un mundo multipolar.
La multipolaridad tiene muchas ventajas: abre la puerta a desarrollar relaciones internacionales justas y equilibradas; pero por sí sola no es una garantía de paz.
A principios del siglo XX, en Europa había muchas potencias. Era verdaderamente multipolar. Pero no tenía ninguna institución multilateral sólida. La consecuencia de ello fue la Primera Guerra Mundial.
Un mundo multipolar necesita instituciones multilaterales fuertes y eficaces.
Y, sin embargo, la gobernanza global está anquilosada.
No hay más que ver el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el sistema de Bretton Woods.
Son un reflejo de la realidad política y económica de 1945, cuando muchos países hoy presentes en este salón seguían bajo dominación colonial.
El mundo ha cambiado; nuestras instituciones, no.
No podemos dar soluciones efectivas a los problemas tal cual son si las instituciones no reflejan el mundo tal cual es.
En vez de resolver los problemas, corremos el riesgo de convertirnos en parte de ellos.
Lo que es más, las diferencias no hacen sino acentuarse: entre las potencias económicas y militares, entre el Norte y el Sur, Oriente y Occidente.
Poco a poco, nos aproximamos a una gran fractura en los sistemas económicos y financieros y en las relaciones comerciales; una fractura que pone en riesgo la existencia de una sola Internet, con contenidos abiertos, que permite aplicar diversas estrategias en materia de tecnología e inteligencia artificial y que puede chocar con los marcos de seguridad.
Ya es hora de renovar las instituciones multilaterales para adaptarlas a la realidad económica y política del siglo XXI y anclarlas en la equidad, la solidaridad y la universalidad y en los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional.
Hacerlo implica reformar el Consejo de Seguridad para reflejar el mundo actual.
Implica rediseñar la arquitectura financiera internacional para que sea verdaderamente universal y sirva de mecanismo de seguridad global a los países en desarrollo que lo necesiten.
No soy un iluso. Hacer reformas es una cuestión de poder.
Soy consciente de que entran en conflicto muchos intereses y objetivos.
Pero la alternativa a la reforma no es el statu quo.
La alternativa es más fragmentación.
Es la reforma o la fractura.
Al mismo tiempo, las diferencias también van en aumento dentro de los propios países.
La democracia está en peligro. El autoritarismo está en auge. La desigualdad va en aumento. Y el discurso de odio no deja de crecer.
Ante todos esos problemas, y no solo esos, la idea de conciliar se ha pervertido.
El mundo necesita altura de miras, no malas artes y bloqueos.
Como afirmé ante el G20, es hora de alcanzar una solución de conciliación mundial.
La política es conciliar.
La diplomacia es conciliar.
El liderazgo eficaz es conciliar.
Quienes ejercen liderazgo tienen una responsabilidad social de alcanzar soluciones de conciliación para configurar un futuro compartido de paz y prosperidad en aras del bien común.
Excelencias:
El pasado año demostramos cuán prometedora es la acción multilateral.
Con nuevos e importantes acuerdos sobre la conservación de la biodiversidad, sobre la protección de la alta mar, sobre las pérdidas y los daños climáticos, sobre el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible.
Disponemos de todas las herramientas y recursos para resolver los problemas que tenemos en común.
Lo que nos hace falta es determinación.
La determinación está en el ADN de las Naciones Unidas y nos apremia con las primeras palabras de la Carta:
“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos”:
Resueltos a poner fin al flagelo de la guerra.
Resueltos a reafirmar la fe en los derechos humanos.
Resueltos a defender la justicia y respetar el derecho internacional.
Y resueltos a promover el progreso social y mejorar la vida de todas las personas.
Tenemos la responsabilidad de aplicar, con nuestras acciones, esa determinación a los retos actuales siendo fieles a la Carta de las Naciones Unidas.
Excelencias:
Lo primero es cumplir con determinación la promesa de paz formulada en la Carta.
Y, pese a ello, en vez de poner fin al flagelo de la guerra, vemos como aumentan los conflictos, los golpes de Estado y el caos.
Si todos los países cumplieran las obligaciones que les incumben en virtud de la Carta, el derecho a la paz estaría garantizado.
Cuando los países incumplen esas promesas, generan un mundo de inseguridad para todos.
Prueba número 1: la invasión rusa de Ucrania.
La guerra, que contraviene la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, ha dejado un reguero de calamidades: vidas destruidas, derechos humanos vulnerados, familias desgarradas, niños traumatizados, esperanzas y sueños hechos añicos.
Fuera de Ucrania, la guerra ha tenido graves consecuencias para todos nosotros.
Las amenazas nucleares son un riesgo para todos.
El incumplimiento de los tratados y convenciones internacionales menoscaba la seguridad de todos.
Y el envenenamiento de la diplomacia mundial obstaculiza los avances en todos los ámbitos.
No debemos cejar en nuestro empeño de trabajar en favor de la paz: una paz justa que esté en consonancia con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional.
Incluso mientras se libran los combates, debemos explorar todas las vías para aliviar el sufrimiento de la población civil en Ucrania y fuera de ella.
Una de esas vías era la Iniciativa del Mar Negro.
El mundo necesita con urgencia los productos alimentarios ucranianos y rusos y los fertilizantes rusos para mantener la estabilidad de los mercados y la seguridad alimentaria.
No dejaré de perseguir esos fines.
Excelencias:
En todo el mundo, las viejas tensiones se enconan al tiempo que surgen nuevos riesgos.
El desarme nuclear está estancado, pero los países desarrollan nuevas armas y plantean nuevas amenazas.
La serie de golpes de Estado que se ha producido por todo el Sahel desestabiliza la región al tiempo que el terrorismo gana terreno.
El Sudán se precipita hacia una guerra civil en toda regla; millones de personas han huido del país, que corre el riesgo de romperse.
En la zona oriental de la República Democrática del Congo hay millones de desplazados y la violencia de género es una horrenda realidad cotidiana.
En Haití, que sufrió siglos de explotación colonial, campa la violencia de las bandas mientras el país sigue esperando apoyo internacional.
En el Afganistán, un alarmante 70 % de la población necesita asistencia humanitaria y se priva a las mujeres y las niñas de sus derechos de forma sistemática.
En Myanmar, los brutales actos de violencia, el empeoramiento de la pobreza y la represión aplastan las esperanzas de que se restaure la democracia.
En Oriente Medio, la escalada de violencia y el derramamiento de sangre en el Territorio Palestino Ocupado se cobran un terrible precio entre la población civil.
Las medidas unilaterales se intensifican y socavan la posibilidad de lograr una solución biestatal, que es la única vía para alcanzar la paz y la seguridad duraderas para los palestinos y los israelíes.
Siria sigue en ruinas y la paz sigue estando lejos.
Entretanto, los desastres naturales agravan el desastre antropogénico que suponen los conflictos.
Ante esas crisis crecientes, el sistema humanitario mundial está al borde del colapso.
Las necesidades aumentan y la financiación se agota.
Nos estamos viendo obligados a hacer enormes recortes en las operaciones humanitarias.
Pero si no alimentamos a quienes pasan hambre, estamos alimentando los conflictos.
Insto a todos los países a colaborar y a financiar el Llamamiento Humanitario Mundial en su totalidad.
Excelencias:
La arquitectura de paz y seguridad se halla bajo un nivel de presión nunca visto.
Por ese motivo, en el marco de los preparativos de la Cumbre del Futuro hemos presentado a los Estados Miembros ideas para una Nueva Agenda de Paz, sobre la base de la Carta y el derecho internacional.
Se trata de una visión aglutinadora con la que afrontar las amenazas presentes y futuras de un mundo en transición.
Exhorta a los Estados a que renueven su compromiso de lograr un mundo libre de armas nucleares y pongan fin al deterioro del régimen de desarme nuclear y control de armamentos.
Fomenta la prevención a escala mundial maximizando la capacidad y el poder de convocatoria de las Naciones Unidas y sus buenos oficios para salvar las diferencias geopolíticas.
Impulsa la prevención en el plano nacional vinculando las medidas de paz con el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pone el liderazgo y la participación de las mujeres en el centro de la toma de decisiones y se compromete a erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres.
Pide una reflexión amplia sobre el mantenimiento de la paz para hacerlo más ágil y adaptable y dotarlo de estrategias de transición y salida orientadas al futuro desde el principio.
Y apoya las medidas de imposición de la paz provenientes de las organizaciones regionales, en particular la Unión Africana, que cuenten con un mandato claro del Consejo de Seguridad y financiación previsible.
La determinación de lograr la paz también implica formular nuevos marcos de gobernanza orientados a las nuevas amenazas, desde la inteligencia artificial hasta las armas autónomas letales que funcionan sin control humano.
Excelencias:
La paz está indisolublemente ligada al desarrollo sostenible.
Por todo el mundo observamos un patrón conocido: cuanto más cerca está un país de una situación de conflicto, más lejos está de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La Carta nos exhorta a actuar con determinación para promover el progreso social. En el siglo XXI, eso significa cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y, sin embargo, es la desigualdad la que define nuestra era.
De ciudades con rascacielos junto a barrios marginales a países obligados a elegir entre los servicios para su población o el servicio de su deuda.
Hoy día, África dedica más fondos a pagar los intereses de la deuda que a sufragar la asistencia sanitaria.
La Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible celebrada ayer tenía por objeto diseñar un plan de rescate mundial para incrementar el apoyo, de miles de millones a trillones.
Excelencias:
La arquitectura financiera internacional sigue siendo disfuncional e injusta y ha quedado obsoleta.
Las profundas reformas necesarias no ocurrirán de la noche a la mañana.
Pero podemos actuar con determinación para ayudar a los países a capear crisis como la pandemia de COVID-19, cuyas consecuencias han sido devastadoras.
Podemos aplicar el plan de estímulo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuya cuantía es de 500.000 millones de dólares al año, y aliviar la carga financiera de las economías en desarrollo y emergentes.
Podemos incrementar la financiación para el desarrollo y para el clima aumentando el capital y modificando el funcionamiento de los bancos multilaterales de desarrollo.
Podemos procurar que los mecanismos de alivio de la deuda sean eficaces y dirigir la ayuda financiera de emergencia a quienes más la necesitan.
Excelencias:
Debemos actuar con determinación para atajar la amenaza más apremiante que pesa sobre nuestro futuro: el sobrecalentamiento del planeta.
El cambio climático no es solo una alteración meteorológica.
El cambio climático está alterando la vida en nuestro planeta.
Afecta todos los aspectos de nuestro trabajo.
Mata a personas y arrasa países.
En todo el mundo somos testigos del incremento acelerado no solo de la temperatura, sino también del nivel del mar, que provoca el retroceso de los glaciares, la propagación de enfermedades letales y la extinción de especies y amenaza la supervivencia de ciudades.
Y eso no es más que el principio.
Acabamos de sobrevivir a los días, meses … al verano más cálido desde que hay registros.
Detrás de cada récord que se bate hay economías destruidas, vidas rotas y naciones enteras al borde del colapso.
El calor pone bajo presión a todos los continentes, a todas las regiones, a todos los países.
Pero no estoy seguro de que todos los dirigentes sientan esa misma presión.
Las medidas que se adoptan son en extremo insuficientes.
Aún hay tiempo de mantener el aumento de la temperatura dentro del límite de 1,5 grados establecido en el Acuerdo de París.
Pero para ello hay que tomar medidas drásticas hoy para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer justicia climática a quienes, habiendo contribuido menos a la crisis, sufren sus peores consecuencias.
Tenemos las cifras.
Los países del G20 son responsables del 80 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Deben liderar el proceso.
Deben abandonar su adicción a los combustibles fósiles, detener las nuevas explotaciones de carbón y ser consecuentes con las conclusiones de la Agencia Internacional de Energía que señalan que toda nueva licencia petrolífera o gasífera concedida por esos países es incompatible con el límite de 1,5 grados.
Para tener alguna posibilidad de limitar el aumento de la temperatura mundial debemos eliminar progresivamente el carbón, el petróleo y el gas de forma justa y equitativa y dar un impulso ingente a las renovables.
Es la única forma de poner la energía renovable al alcance de todos. Por desgracia, en África muchas personas siguen sin tener acceso a la energía eléctrica.
La era de los combustibles fósiles ha fracasado.
Si las empresas que los producen quieren ser parte de la solución, deben liderar la transición a la energía renovable.
No más producción contaminante. No más soluciones engañosas. No más fondos para el negacionismo climático.
He formulado un Pacto de Solidaridad Climática, en el cual se pide a todos los grandes emisores que hagan más esfuerzos por reducir las emisiones y a los países más ricos que presten a las economías emergentes apoyo económico y tecnológico para que también lo hagan.
Por ejemplo, África cuenta con el 60 % de la capacidad solar del planeta, pero solo con el 2 % de la inversión en renovables.
He presentado una Agenda de Aceleración para potenciar esos esfuerzos.
Los países desarrollados deben alcanzar el cero neto lo más cerca posible de 2040 y las economías emergentes, lo más cerca posible de 2050, de acuerdo con las responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Las siguientes medidas deben adoptarse de inmediato:
Haber eliminado el carbón en 2030 en los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos y en 2040 en el resto del mundo.
Eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles.
Y poner un precio al carbono.
Asimismo, los países desarrollados deben cumplir por fin las promesas de financiar la acción climática en los países en desarrollo con 100.000 millones de dólares, de duplicar los fondos destinados a la adaptación para 2025 y de reponer los recursos del Fondo Verde para el Clima.
Todos los países deben trabajar para que el fondo de pérdidas y daños se ponga en marcha este año.
Y conseguir que en 2027 se haya implantado la cobertura universal de alertas tempranas.
Mañana daré la bienvenida a la Cumbre sobre la Ambición Climática a quienes están visiblemente dispuestos a dar los primeros pasos.
La COP28 está a la vuelta de la esquina.
El caos climático está rompiendo récords, pero nosotros no podemos permitirnos volver a romper el viejo récord de eludir la responsabilidad y esperar a que sean otros quienes den el primer paso.
A todas las personas que trabajan y se manifiestan en favor de la acción climática genuina y la defienden, les digo:
Están del lado correcto de la historia. Estoy con ustedes. No me rendiré en esta lucha por nuestra supervivencia.
Excelencias:
También debemos actuar con determinación para cumplir el compromiso plasmado en la Carta de defender los derechos humanos fundamentales.
Solo cuatro mujeres firmaron nuestro documento fundacional. Un solo vistazo a este salón deja claro que las cosas no han cambiado lo suficiente.
“Nosotros, los pueblos” no significa “Nosotros, los hombres”.
Las mujeres siguen esperando igualdad de oportunidades y de remuneración, igualdad ante la ley, que se valore su trabajo y se tenga en cuenta su opinión.
En todo el mundo, los derechos de las mujeres, incluidos los derechos sexuales y reproductivos, se suprimen e incluso se revierten y sus libertades se coartan.
En algunos países, se castiga a las mujeres y las niñas por llevar demasiada ropa; en otros, por llevar demasiado poca.
Gracias a generaciones de activistas por los derechos de las mujeres, los tiempos están cambiando.
De los terrenos deportivos a las escuelas y las plazas, las niñas y las mujeres cuestionan el patriarcado y están ganando la batalla.
Y yo estoy con ellas.
Asumí este cargo con el compromiso de lograr la paridad de género en las Naciones Unidas.
Lo hemos logrado en las categorías superiores y vamos camino de hacerlo en todo el sistema.
La igualdad de género no es el problema: es la solución.
No es un favor que se hace a las mujeres: es fundamental para forjar un futuro mejor para todos.
Excelencias:
Debemos actuar con determinación a fin de responder al Llamamiento a la Acción para situar los derechos humanos en el centro de nuestra labor.
Setenta y cinco años después de la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, se han hecho enormes progresos en algunas esferas, desde terminar con la colonización y la segregación hasta conseguir el derecho de voto para las mujeres.
Pero no hemos conseguido que todas las personas gocen de derechos básicos cuando 1.200 millones de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza aguda y el hambre ha alcanzado niveles que no se habían visto desde 2005.
No cuando discriminar por motivos raciales o étnicos es perfectamente legal en muchos países.
No cuando hay personas que deben arriesgar su vida en busca de un futuro mejor.
No cuando todos los días se demoniza y acosa a refugiados, migrantes y minorías.
No cuando hacer pública tu identidad de género o, simplemente, a quién amas puede suponer que te encarcelen o incluso te ejecuten.
No cuando expresar tu opinión puede acarrear peligrosas consecuencias.
Los derechos humanos —políticos, civiles, económicos, sociales y culturales— son la clave para resolver muchos de los problemas interconectados que afectan el mundo.
Todos los gobiernos deben cumplir los compromisos que asumieron en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Excelencias:
Debemos, asimismo, arrostrar las inminentes amenazas que las nuevas tecnologías plantean a los derechos humanos.
La inteligencia artificial generativa es muy prometedora, pero también podría hacernos pasar un Rubicón y desatar más peligros de los que podemos controlar.
En 2017, cuando hablé de la inteligencia artificial en mi discurso ante la Asamblea General, solo otros dos dirigentes se refirieron a ella.
Hoy, la inteligencia artificial está en boca de todos y causa tanto asombro como temor.
Incluso algunas de las personas que desarrollaron la inteligencia artificial generativa piden más regulación.
Pero muchos de los peligros que acarrea la tecnología digital no son amenazas, ya son realidades.
La brecha digital exacerba la desigualdad.
El discurso de odio, la desinformación y las teorías conspirativas que se vierten en las plataformas de los medios sociales se propagan y amplifican con inteligencia artificial, y ello menoscaba la democracia y espolea la violencia y los conflictos en el mundo real.
La vigilancia en línea y la recopilación de datos favorecen la comisión de abusos contra los derechos humanos en gran escala.
Y las empresas tecnológicas y los Gobiernos están lejos de encontrar soluciones.
Excelencias:
Debemos actuar con rapidez y corregir la situación.
Las nuevas tecnologías requieren formas de gobernanza nuevas e innovadoras, diseñadas con aportaciones de los expertos que desarrollan esa tecnología y de quienes vigilan los abusos que se cometen con ella.
Necesitamos con urgencia un Pacto Digital Global entre los Gobiernos, las organizaciones regionales, el sector privado y la sociedad civil para mitigar los riesgos que plantean las tecnologías digitales y definir cómo aprovechar sus beneficios en favor de la humanidad.
Hay quienes han pedido que se considere la posibilidad de crear una entidad mundial sobre la inteligencia artificial que aporte a los Estados Miembros información y conocimientos técnicos.
Existen muchos modelos diferentes, inspirados, por ejemplo, en el Organismo Internacional de Energía Atómica, la Organización de Aviación Civil Internacional o el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Las Naciones Unidas están dispuestas a acoger las deliberaciones mundiales e inclusivas que sean necesarias, en función de lo que decidan los Estados Miembros.
Para ayudar a promover la búsqueda de soluciones de gobernanza concretas, designaré este mes un Órgano Consultivo de Alto Nivel sobre la Inteligencia Artificial que formulará recomendaciones a finales de año.
La Cumbre del Futuro que tendrá lugar el año próximo es una oportunidad única de avanzar en la formulación de soluciones para esas nuevas amenazas, en consonancia con la visión plasmada en la Carta de las Naciones Unidas.
Los Estados Miembros decidirán el modo de avanzar en relación con la Nueva Agenda de Paz, el Pacto Digital Global, la reforma de la arquitectura financiera internacional y otras muchas propuestas orientadas a hacer frente a los retos actuales y dotar la gobernanza global de más justicia y equidad.
Excelencias:
Las Naciones Unidas se crearon precisamente para momentos como este: momentos de máximo peligro y mínimo consenso.
Podemos y debemos utilizar las herramientas de las que disponemos con flexibilidad y creatividad.
El mes pasado, frente a las costas del Yemen, fuimos testigos de los beneficios de actuar con determinación.
Con 1 millón de barriles de crudo en su interior, el deteriorado superpetrolero FSO Safer era una bomba de relojería, un desastre ecológico a punto de ocurrir en el mar Rojo.
Pero nadie se ofreció a resolver el problema.
Así que las Naciones Unidas intervinieron y lograron la colaboración de todos.
Movilizamos recursos, congregamos a expertos, dirigimos negociaciones difíciles y generamos confianza.
Aún queda trabajo por hacer y se necesitan más recursos.
Pero el mes pasado logramos sacar el crudo del Safer.
Esa actuación dirigida por las Naciones Unidas salvó el mar Rojo.
Cuando nadie más pudo o quiso hacerlo, la determinación de las Naciones Unidas resolvió el problema.
Pese a la larga lista de desafíos mundiales que nos ocupa, ese mismo espíritu de determinación puede guiarnos ahora.
Actuemos con determinación para salvar las diferencias y forjar la paz.
Actuemos con determinación para defender la dignidad y el valor de todas las personas.
Actuemos con determinación para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible y no dejar a nadie atrás.
Actuemos con determinación para reformar el multilateralismo y adaptarlo al siglo XXI y unirnos en aras del bien común.
Muchas gracias.