La violencia sexual relacionada con los conflictos es una forma devastadora de agresión y represión, que tiene efectos nocivos y perdurables en la salud física, sexual, reproductiva y mental de los supervivientes y destruye el tejido social de las comunidades.
A pesar de la conciencia y la condena generalizadas, en todo el mundo se sigue cometiendo este crimen grotesco. El año pasado hubo denuncias horrorosas de violencia sexual en lugares tan disímiles como el Sudán, Haití e Israel. Son demasiadas las veces en que los responsables quedan impunes mientras que los supervivientes se pasan la vida entera en recuperación.
Este año, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos se centra en la atención de la salud. Los hospitales y demás establecimientos de salud deberían ser un faro de seguridad y alivio para todas las personas que han resultado heridas en un conflicto, como las que han sobrevivido a la violencia sexual. Ese es un principio fundamental del derecho internacional humanitario.
Sin embargo, los ataques contra hospitales y establecimientos de salud y el hecho de que los trabajadores de la salud sean un blanco puede restringir muchísimo el acceso de los supervivientes a la atención médica y el apoyo psicosocial. Las mujeres y las niñas que padecen violencia sexual pueden quedar embarazadas a raíz de una violación y necesitan atención de la salud sexual y reproductiva de inmediato. Por otro lado, los hombres y los niños pueden correr riesgo de quedar más aislados si no tienen acceso a una atención adecuada.
Este Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, comprometámonos a acabar con este flagelo, solidarizarnos con los supervivientes y reafirmar nuestro compromiso de proteger los hospitales y los establecimientos de salud durante los conflictos.