Discurso especial sobre la Acción Climática “La Hora De La Verdad”
Discurso Especial del Secretario General sobre la Acción Climática
Queridos amigos y amigas:
Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente.
Hoy también el Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Comisión Europea comunica oficialmente que mayo de 2024 fue el mayo más caluroso de la historia desde que se llevan registros.
Con esto ya van doce meses seguidos de calor récord.
El último año, con cada página del calendario ha subido el termómetro.
El planeta está tratando de decirnos algo. Pero parece que no lo escuchamos.
Queridos amigos y amigas:
El Museo Estadounidense de Historia Natural es el lugar ideal para ilustrar esta cuestión.
Este gran museo cuenta la increíble historia del mundo natural, de las enormes fuerzas que han moldeado la vida en la Tierra durante miles de millones de años.
La humanidad es casi insignificante en comparación.
Sin embargo, así como el meteorito que extinguió a los dinosaurios, nosotros también estamos teniendo un impacto desmesurado.
En el caso del clima, no somos los dinosaurios.
Somos el meteorito.
No solo estamos en peligro.
Somos el peligro.
Pero también somos la solución.
Queridos amigos y amigas:
Es la hora de la verdad.
La verdad es que... casi diez años después de que se aprobó el Acuerdo de París, la meta de limitar el calentamiento global a largo plazo a 1,5 °C pende de un hilo.
La verdad es que... el mundo está emitiendo gases tan rápido que, para 2030, es casi seguro que el aumento de la temperatura sea mucho mayor.
Según los nuevos datos que publicaron hoy los principales científicos del clima, para limitar el calentamiento a largo plazo a 1,5° queda un presupuesto de carbono de unos 200.000 millones de toneladas.
Esa es la cantidad máxima de dióxido de carbono que puede soportar la atmósfera terrestre para que tengamos chance de mantenernos dentro del límite.
La verdad es que... estamos quemando ese presupuesto a una velocidad temeraria: emitimos unos 40.000 millones de toneladas de dióxido de carbono por año.
Hagamos las cuentas.
A este paso, nos habremos liquidado todo el presupuesto de carbono antes de 2030.
La verdad es que... las emisiones globales tienen que caer el 9 % todos los años de aquí a 2030 para que el límite de 1,5° siga siendo viable.
Sin embargo, van en el sentido contrario.
El año pasado subieron el 1 %.
La verdad es que... es inminente que rondemos la marca de los 1,5°.
Hoy la Organización Meteorológica Mundial dice que hay un 80 % de probabilidades de que la temperatura media anual global supere el límite de 1,5° en por lo menos uno de los próximos cinco años.
En 2015, esa probabilidad era casi nula.
Y hay un 50 % de probabilidades de que la temperatura media de los próximos cinco años en conjunto sea 1,5° más alta que en la época preindustrial.
Estamos jugando a la ruleta rusa con el planeta.
Tenemos que salir de esta autopista que nos lleva al infierno climático.
Y la verdad es que... somos nosotros los que vamos al volante.
Hay una pequeña posibilidad de que el límite de 1,5° todavía sea viable.
No nos olvidemos de que se trata de un límite a largo plazo: se mide en décadas, no en meses ni en años.
Que nos pasemos del umbral por un tiempito no quiere decir que nunca llegaremos a la meta a largo plazo.
Sí quiere decir que tenemos que luchar con más garra.
Ya mismo.
La verdad es que... la batalla por los 1,5° se definirá en esta década, ante los ojos de los líderes de hoy.
Todo depende de las decisiones que esos líderes tomen o dejen de tomar, especialmente en los próximos 18 meses.
Es un momento decisivo en lo que al clima se refiere.
La necesidad de actuar no tiene precedentes, pero tampoco los tiene la oportunidad de hacerlo, no solo en cuanto al clima, sino también en cuanto a la prosperidad económica y el desarrollo sostenible.
La acción climática no puede estar supeditada a las divisiones geopolíticas.
Así que, ahora que el mundo está por reunirse en Bonn para mantener conversaciones sobre el clima y se prepara para las Cumbres del G7 y el G20, la Asamblea General de las Naciones Unidas y la COP 29, se necesita máxima ambición, máxima aceleración y máxima cooperación.
Queridos amigos y amigas:
¿Por qué tanto alboroto por los 1,5°?
Porque el planeta es una masa de sistemas complejos y conectados. Y cada fracción de grado de sobrecalentamiento global cuenta.
La diferencia entre 1,5° y 2° podría determinar la extinción o la supervivencia de algunas comunidades costeras y de pequeños Estados insulares,
la posibilidad de reducir al mínimo el caos climático o el riesgo de cruzar peligrosos puntos de inflexión.
Los 1,5° no son una meta. Tampoco son un objetivo. Son un límite físico.
Los científicos nos han alertado de que, si aumentan más las temperaturas, es probable que:
se derritan el manto de hielo de Groenlandia y el manto de hielo antártico occidental, lo que provocaría una elevación catastrófica del nivel del mar;
se destruyan los sistemas de arrecifes de coral tropicales y los medios de subsistencia de 300 millones de personas;
desaparezca la corriente oceánica del Labrador, lo que alteraría aún más las características meteorológicas de Europa;
y haya un deshielo generalizado del permafrost, lo que liberaría niveles devastadores de metano, uno de los gases con más capacidad de retener el calor.
Ya hoy en día estamos llevando los límites planetarios al extremo: batiendo récords de temperatura global y viendo las consecuencias.
Y es una distorsión de la justicia climática que los más afectados sean los que menos responsabilidad tienen de la crisis: la gente más pobre; los países más vulnerables; los Pueblos Indígenas; las mujeres y las niñas.
El 1 % más rico emite lo mismo que dos tercios de la humanidad.
Y los fenómenos extremos se van acumulando, potenciados por el caos climático:
destruyen vidas, apalean economías y golpean la salud;
echan por tierra el desarrollo sostenible; obligan a la gente a dejar su hogar; y hacen temblar los cimientos de la paz y la seguridad, cuando hay desplazamientos de gente y se agotan los recursos vitales.
Ya en lo que va del año hubo una ola brutal de calor en Asia que batió récords de temperatura y malogró cosechas, hizo que cerraran las escuelas y provocó muertes.
Hay ciudades que se están abrasando, de Nueva Delhi a la Ciudad de México, pasando por Bamako.
Aquí en los Estados Unidos ha habido tormentas feroces que destruyeron comunidades y vidas.
A lo ancho de África meridional se han declarado sequías desastrosas,
mientras las lluvias torrenciales inundan la península arábiga, África Oriental y el Brasil;
y en todo el mundo se ha registrado una decoloración masiva de los corales a causa de la temperatura oceánica sin precedentes, que supera los peores pronósticos de los científicos.
El costo de todo este caos está golpeando a la gente donde más duele:
de la interrupción de las cadenas de suministro al aumento del precio de los alimentos, la creciente inseguridad alimentaria y la imposibilidad de asegurar hogares y negocios.
La factura seguirá abultándose. Incluso si las emisiones llegaran a cero mañana mismo, en un estudio reciente se constató que el caos climático igualmente costará al menos 38 billones de dólares al año para 2050.
El cambio climático es la madre de todos los impuestos ocultos que pagan la gente común y los países y las comunidades vulnerables.
Mientras tanto, los Padrinos del caos climático —la industria de los combustibles fósiles— se llevan ganancias récord y se dan un banquete con los billones que reciben en subsidios financiados por los contribuyentes.
Queridos amigos y amigas:
Tenemos lo que necesitamos para salvarnos.
Los bosques, los humedales y los océanos absorben carbono de la atmósfera. Son imprescindibles para que los 1,5° sigan siendo viables o para ayudarnos a corregir el rumbo si sobrepasamos ese límite. Debemos protegerlos.
Y tenemos las tecnologías que necesitamos para reducir radicalmente las emisiones.
Las energías renovables están en pleno auge porque los costos van cayendo y los Gobiernos se están dando cuenta de los beneficios que acarrean el aire más limpio, los empleos de buena calidad, la seguridad energética y el mayor acceso a la electricidad.
La energía eólica y la solar en tierra son la fuente más barata de electricidad nueva en la mayor parte del mundo, desde hace años.
Las energías renovables ya conforman el 30 % del suministro de electricidad del mundo entero.
Y las inversiones en energía limpia fueron récord el año pasado: casi se duplicaron en los últimos diez años.
La energía eólica y la solar están creciendo más rápido que cualquier otra fuente de electricidad en la historia.
La lógica económica dicta el final de la era de los combustibles fósiles.
Las únicas preguntas que cabe hacerse son dos: ¿llegará a tiempo ese final? Y ¿será justa la transición?
Queridos amigos y amigas:
Debemos asegurarnos de que la respuesta a ambas preguntas sea afirmativa.
Y debemos garantizar el futuro más seguro posible para la gente y el planeta.
Eso implica actuar con urgencia, sobre todo en los próximos 18 meses:
reducir radicalmente las emisiones;
proteger a la gente y a la naturaleza de los fenómenos climáticos extremos;
potenciar la financiación climática;
y poner freno a la industria de los combustibles fósiles.
Voy a referirme a cada elemento por separado, uno por uno.
En primer lugar, los recortes drásticos de las emisiones, con los grandes emisores a la cabeza.
Los países del G20 producen el 80 % de las emisiones globales: ellos tienen la responsabilidad, además de la capacidad, de tomar la delantera.
Las economías avanzadas del G20 deberían ser las que más hagan con más rapidez,
y mostrar solidaridad climática dando apoyo tecnológico y financiero a las economías emergentes del G20 y a otros países en desarrollo.
El año que viene, los Gobiernos tienen que presentar lo que llamamos “contribuciones determinadas a nivel nacional”, es decir, planes nacionales de acción climática, que determinarán las emisiones para los años siguientes.
En la COP 28, acordaron ajustar esos planes nacionales al límite de 1,5°.
Los planes deben incluir metas absolutas de reducción de las emisiones para 2030 y 2035.
Deben abarcar todos los sectores, todos los gases de efecto invernadero y toda la economía.
Y deben mostrar cómo contribuirán los países a las transiciones globales esenciales para los 1,5° de manera que nos encamine hacia los siguientes objetivos:
el cero neto global para 2050; la eliminación gradual de los combustibles fósiles; y el cumplimiento de hitos globales en el proceso, año tras año y década tras década.
Entre ellos cuenta, para 2030, contribuir a recortar la producción y el consumo globales de todos los combustibles fósiles por lo menos el 30 % y cumplir los compromisos asumidos en la COP 28 de acabar con la deforestación, duplicar la eficiencia energética y triplicar las energías renovables.
Todos los países deben cumplir y desempeñar el papel que les corresponde.
Eso implica que los líderes del G20 trabajen solidariamente para acelerar la transición energética global justa y acorde con el límite de 1,5°:
necesitamos cooperación, no culpabilización.
Implica que los países del G20 ajusten al futuro de los 1,5° sus planes de acción climática, sus estrategias energéticas y sus planes de producción y consumo de combustibles fósiles.
Implica que el G20 se comprometa a reasignar los subsidios de los combustibles fósiles a las energías renovables, el almacenamiento y la modernización de la red, así como al apoyo a las comunidades vulnerables.
Implica que el G7 y otros países de la OCDE se comprometan a dejar el carbón para 2030 y a crear sistemas energéticos sin combustibles fósiles y reducir la oferta y la demanda de petróleo y gas un 60 % para 2035.
Implica que todos los países detengan los nuevos proyectos de carbón —ya mismo—, sobre todo en Asia, donde se concentra el 95 % de la nueva capacidad prevista de producción de energía eléctrica a partir del carbón.
Implica que los países que no pertenecen a la OCDE creen planes de acción climática que los lleven a dejar de usar carbón en la producción de energía eléctrica para 2040.
E implica que los países en desarrollo creen planes nacionales de acción climática que sirvan también de planes de inversión, impulsen el desarrollo sostenible y satisfagan la creciente demanda energética con energías renovables.
En las Naciones Unidas estamos movilizando todo nuestro sistema para ayudar en ese sentido a los países en desarrollo a través de nuestra iniciativa Climate Promise (o “promesa climática”).
Todas las ciudades, regiones, industrias, instituciones financieras y empresas también deben ser parte de la solución.
Deben presentar planes de transición sólidos a más tardar para la COP 30, que tendrá lugar el año que viene en el Brasil:
planes que se ajusten a los 1,5° y las recomendaciones del Grupo de Expertos de Alto Nivel de la ONU sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas;
que abarquen las emisiones en toda la cadena de valor;
que incluyan metas intermedias y procesos de verificación transparentes;
y que eviten las dudosas compensaciones de las emisiones de carbono que erosionan la confianza pública y, al mismo tiempo, hacen poco o nada por el clima.
No se puede engañar a la naturaleza. Las falsas soluciones son contraproducentes.
También animo a la comunidad científica y de la ingeniería a centrarse cuanto antes en la eliminación y el almacenamiento del dióxido de carbono para gestionar de manera segura y sostenible las emisiones finales de las industrias pesadas más difíciles de limpiar.
E insto a los Gobiernos a que den su apoyo para eso.
Que quede claro: estas tecnologías no son mágicas; no pueden sustituir la reducción drástica de las emisiones ni ser una excusa para postergar la eliminación gradual de los combustibles fósiles.
Pero tenemos que actuar en todos los frentes.
Queridos amigos y amigas:
Como segundo ámbito de acción, hay que incrementar la protección frente al caos climático de hoy y de mañana.
Es una vergüenza que se deje desamparados a los más vulnerables, luchando desesperadamente por afrontar una crisis climática con cuya causa no han tenido nada que ver.
No podemos aceptar un futuro en el que los ricos están protegidos en una burbuja de aire acondicionado mientras el resto de la humanidad se ve azotada por un clima letal en tierras inhabitables.
Debemos salvaguardar a la gente y a las economías.
Para 2027, todos los habitantes del planeta deben estar protegidos por un sistema de alerta temprana. Insto a todos los asociados a que den más apoyo al plan de acción de las Naciones Unidas Alerta Temprana para Todos.
En abril, el G7 puso en marcha la iniciativa Adaptation Accelerator Hub con el fin de acelerar la adaptación.
Para cuando se celebre la COP 29, esta iniciativa tiene que haberse traducido en acciones concretas, para ayudar a los países en desarrollo a crear planes de inversión en la adaptación y ponerlos en práctica.
E insto a todos los países a exponer claramente en sus nuevos planes climáticos nacionales qué necesidades tienen con respecto a la adaptación y las inversiones.
Ahora bien, el cambio sobre el terreno depende del dinero que haya sobre la mesa.
Por cada dólar que hace falta para adaptarse a los fenómenos meteorológicos extremos, apenas se dispone de unos cinco centavos.
Como primer paso, todos los países desarrollados deben cumplir su compromiso de duplicar la financiación de la adaptación hasta por lo menos 40.000 millones de dólares anuales para 2025.
Y deben establecer un plan claro para colmar el déficit de financiación de la adaptación antes de la COP 29, que tendrá lugar en noviembre.
Pero también necesitamos una reforma más fundamental.
Esto me lleva a la tercera cuestión: la financiación.
Queridos amigos y amigas:
Si el dinero mueve el mundo, los desiguales flujos financieros de hoy nos están llevando sin más vueltas al desastre.
El sistema financiero mundial debe formar parte de la solución climática.
Los abultadísimos reembolsos de la deuda están haciendo flaquear los fondos destinados a la acción climática.
Debido a los costos exorbitantes del capital, las energías renovables prácticamente quedan fuera del alcance de la mayoría de las economías en desarrollo y emergentes.
Sorprendentemente —y a pesar del auge que han tenido las energías renovables en los últimos años—, las inversiones en energías limpias en las economías en desarrollo y emergentes fuera de China están estancadas en los mismos niveles desde 2015.
El año pasado, apenas el 15 % de las nuevas inversiones en energías limpias fueron a mercados emergentes y economías en desarrollo distintos de China, países que concentran casi dos tercios de la población mundial.
Y también el año pasado África tenía menos del 1 % de las instalaciones de energías renovables, a pesar de su riqueza en recursos naturales y su vasto potencial en este sector.
Según la Agencia Internacional de la Energía, las inversiones en energías limpias en las economías en desarrollo y emergentes fuera de China tienen que llegar a los 1,7 billones de dólares anuales para principios de la década de 2030.
En pocas palabras, necesitamos que aumente enormemente la financiación pública y privada asequible para estimular nuevos y ambiciosos planes climáticos y suministrar energía limpia y asequible a todos.
La Cumbre del Futuro que tendrá lugar en septiembre de este año es una buena oportunidad para exigir que se reforme la arquitectura financiera internacional y se haga algo con la deuda. Insto a los países a que la aprovechen.
E insto a las Cumbres del G7 y el G20 a que se comprometan a utilizar su influencia en el seno de los bancos multilaterales de desarrollo para que estos sean mejores, más grandes y más osados, y capaces de movilizar un volumen mucho mayor de financiación privada a un costo razonable.
Los países deben hacer contribuciones significativas al nuevo Fondo de Pérdidas y Daños, y asegurarse de que esté abierto para la COP 29.
Y deben converger para que la COP de este año tenga un resultado rotundo en cuanto a la financiación, que inspire confianza, catalice los billones necesarios y genere el ímpetu necesario para encarar la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo.
Pero nada de esto bastará si no hay fuentes de fondos nuevas e innovadoras.
Ya es hora de poner un precio efectivo al carbono y gravar las ganancias extraordinarias de las empresas de combustibles fósiles.
Para la COP 29, necesitamos que los pioneros dejen de estudiar meramente la posibilidad de cobrar un impuesto solidario a sectores como el transporte marítimo, la aviación y la extracción de combustibles fósiles y pasen a aplicarlo en efecto, para ayudar a financiar la acción climática.
Ese impuesto debería ser adaptable, justo y fácil de cobrar y administrar.
Nada de esto es beneficencia.
Es interés propio ilustrado.
La financiación climática no es un favor. Es fundamental para que todos tengamos un futuro viable.
Queridos amigos y amigas:
En cuarto y último lugar, debemos enfrentar directamente a quienes, en la industria de los combustibles fósiles, han mostrado durante décadas un celo implacable por obstruir el progreso.
Se han gastado miles de millones de dólares en tergiversar la verdad, engañar al público y sembrar la duda.
Agradezco a académicos y activistas, periodistas y denunciantes, que han puesto en evidencia esas tácticas, muchas veces corriendo un gran riesgo personal y profesional.
A los líderes de la industria de los combustibles fósiles les pido que entiendan que, si no optan por el carril rápido hacia la transformación energética limpia, están dirigiéndose a un callejón sin salida, y arrastrándonos a todos con ustedes.
El año pasado, la industria del petróleo y el gas invirtió un mísero 2,5 % de su gasto de capital total en energía limpia.
Redoblar la apuesta por los combustibles fósiles en el siglo XXI es como redoblar la apuesta por las herraduras y las ruedas de carro en el siglo XIX.
Así que a los ejecutivos de la industria de los combustibles fósiles les digo lo siguiente: las enormes ganancias de su sector les dan la chance de liderar la transición energética. No la desaprovechen.
Las instituciones financieras también son decisivas.
El dinero manda.
Tiene que dar expresión al cambio.
Insto a las instituciones financieras a que dejen de financiar la destrucción que causan los combustibles fósiles y empiecen a invertir en una revolución global de las energías renovables;
a que presenten planes públicos, creíbles y detallados para dejar de financiar combustibles fósiles y favorecer las energías limpias, con metas claras para 2025 y 2030;
y a que informen a los accionistas y a los reguladores de los riesgos climáticos de sus inversiones, tanto los físicos como los derivados de la transición. En última instancia, eso debería ser obligatorio.
Queridos amigos y amigas:
Muchos en la industria de los combustibles fósiles han hecho un descarado lavado de imagen verde, incluso al mismo tiempo que procuraban retrasar la acción climática, ejerciendo presión, recurriendo a amenazas legales y pagando campañas publicitarias masivas.
Han contado con la ayuda y la complicidad de empresas de publicidad y relaciones públicas: los creativos de Mad Men al servicio de la locura misma.
Pido a estas empresas que dejen de actuar como facilitadoras de la destrucción planetaria.
Dejen de aceptar nuevos clientes de la industria de los combustibles fósiles, empezando hoy mismo, y piensen cómo desvincularse de los que ya tienen.
Los combustibles fósiles no solo están envenenando el planeta, sino que también son tóxicos para su marca.
El sector publicitario está lleno de mentes creativas que ya se están movilizando para promover esta causa,
que están prefiriendo las empresas que luchan por salvar el planeta, no por destruirlo.
También llamo a los países a que actúen.
Muchos Gobiernos restringen o prohíben la publicidad de productos nocivos para la salud, como el tabaco.
Algunos están haciendo lo mismo con los combustibles fósiles.
Insto a todos los países a que prohíban la publicidad de las empresas de combustibles fósiles.
E insto a los medios de comunicación y a las empresas tecnológicas a que dejen de aceptar publicidad de la industria de los combustibles fósiles.
También tenemos que hacer algo en lo que respecta a la demanda. Todos podemos aportar un granito de arena, adoptando tecnologías limpias, reduciendo progresivamente los combustibles fósiles en nuestra propia vida y usando nuestro poder como ciudadanos para exigir un cambio sistémico.
En la lucha por un futuro viable, los pueblos de todo el mundo van muy por delante de los políticos.
Háganse oír y que sus decisiones cuenten.
Queridos amigos y amigas:
Sí que tenemos opción.
Podemos enfilar hacia puntos de inflexión de progreso climático o desviarnos hacia puntos de inflexión de desastre climático.
Ningún país puede resolver la crisis climática por sí solo.
La coyuntura exige que todos pongamos manos a la obra.
Las Naciones Unidas están haciendo precisamente eso: trabajando para fomentar la confianza, encontrar soluciones e inspirar la cooperación que el mundo necesita con tanta urgencia.
Y a la juventud, a la sociedad civil, a las ciudades, regiones, empresas y otros actores que vienen liderando la lucha por un mundo más seguro, más limpio, a todos ellos les doy las gracias.
Están del lado correcto de la historia.
Hablan en nombre de la mayoría.
Sigan así.
No pierdan el valor. No pierdan la esperanza.
Somos “nosotros los pueblos” contra los contaminadores y los especuladores. Y juntos podemos vencer.
Pero es hora de que los líderes decidan de qué lado están.
Mañana ya es demasiado tarde.
Es ahora cuando hay que movilizarse, es ahora cuando hay que actuar, es ahora cuando hay que cumplir.
Es esta la hora de la verdad.
Muchas gracias.