En el transcurso de los diez años en los que me desempeñé como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados fui testigo de la resiliencia y la contribución de los refugiados de toda condición.
Su perseverancia frente a la adversidad sigue siendo fuente de inspiración día tras día.
Los refugiados representan lo mejor del espíritu humano.
Necesitan y merecen apoyo y solidaridad, no fronteras cerradas y devoluciones sumarias.
Hoy, Día Mundial de los Refugiados, tenemos que hacer frente al alarmante dato de que más de 100 millones de personas que vivían en países azotados por los conflictos, la persecución, el hambre y el caos climático se han visto obligadas a huir de sus hogares.
No son una cifra en un papel: son mujeres, niñas, niños y hombres que recorren un duro camino en el que a menudo son objeto de violencia, explotación, discriminación y abusos.
Este Día nos recuerda que tenemos el deber de proteger y ayudar a los refugiados y la obligación de abrir más cauces de apoyo, lo cual incluye soluciones para reasentar a los refugiados y ayudarlos a rehacer su vida con dignidad.
Como se pide en el Pacto Mundial para los Refugiados, los países de acogida necesitan más apoyo internacional para impulsar el acceso a la educación de calidad, el trabajo decente, la atención de la salud, la vivienda y la protección social.
Y hace falta una voluntad política mucho más firme para lograr la paz con el fin de que los refugiados puedan volver a su hogar en condiciones de seguridad.
El tema de este año es “Esperanza lejos de casa”.
Pido a todos que hagan suya la esperanza que los refugiados llevan consigo.
Respondamos a su coraje con las oportunidades que necesitan en cada etapa del camino.