El COVID-19 sumió en la pobreza a millones de personas, echando a perder más de cuatro años de progresos que tanto había costado conseguir. Las desigualdades se agrandan. La economía de los países y la economía doméstica se ven azotadas por la pérdida de empleos, el alza vertiginosa de los precios de los alimentos y la energía y las sombras acechantes de una recesión mundial.
Al mismo tiempo, la crisis climática y los conflictos enconados están causando un inmenso sufrimiento, en que los más pobres se llevan la peor parte.
Los países en desarrollo están siendo asfixiados y se ven negado el acceso a los recursos y al alivio de la deuda para invertir en recuperación y crecimiento.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible van quedando cada vez más lejos de su alcance.
El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza es una llamada de atención al mundo. El tema de este año, “Dignidad para todos en la práctica”, debe ser un grito colectivo para una acción mundial urgente.
Acción para invertir en soluciones centradas en las personas, desde la salud y el trabajo decente hasta la igualdad de género, la protección social y la transformación de los sistemas alimentarios y educativos.
Acción para transformar un sistema financiero mundial que se encuentra en quiebra moral y garantizar el acceso a la financiación y el alivio de la deuda para todos los países.
Acción para apoyar a los países en desarrollo en su transición de los combustibles fósiles que matan el planeta a las energías renovables y a las economías verdes generadoras de empleo.
Acción para poner fin a los conflictos, superar las divisiones geopolíticas e ir en busca de la paz.
Y acción para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En este importante día, renovemos nuestro anhelo de lograr un mundo mejor para todos.
Dejemos relegada la pobreza a las páginas de la historia.