Lo que es bueno para la tierra es bueno para las personas y las economías.
No obstante, la humanidad está degradando la tierra a un ritmo alarmante, lo que cuesta a la economía mundial casi 880.000 millones de dólares al año, mucho más que las inversiones que se necesitan para hacer frente al problema.
Las sequías obligan a las personas a dejar su hogar y agravan la inseguridad alimentaria: el número de nuevos desplazados es en la actualidad el más alto de los últimos años.
Si reparamos el daño que causamos a la tierra, obtendremos enormes beneficios, en particular gracias al importante rendimiento de la inversión. Reparar el daño ayudará a reducir la pobreza, generar empleo, proteger las fuentes de agua, cuidar la producción de alimentos y mejorar los derechos sobre la tierra y los ingresos, en especial de los pequeños agricultores y las mujeres.
El tema del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía de este año —“Restaurar la tierra. Generar oportunidades”— es tanto una afirmación como un llamamiento a la acción.
Insto a los gobiernos, las empresas y las comunidades a que respondan al llamamiento y aceleren la acción para cumplir los compromisos mundiales compartidos sobre el uso sostenible de la tierra. Debemos revertir la degradación e impulsar la financiación para restaurar la tierra, en particular habilitando la inversión privada.
Actuemos ahora para sanar la tierra, aprovechar las oportunidades y mejorar la vida de todos.