Hoy es el Día Internacional de la Madre Tierra.
Es una oportunidad para reflexionar sobre el modo en que hemos tratado al planeta.
La verdad es que no hemos sabido custodiar nuestro frágil hogar.
Hoy, la Tierra se enfrenta a una triple crisis planetaria.
La alteración del clima.
La pérdida de naturaleza y biodiversidad.
La contaminación y los residuos.
Esta triple crisis amenaza el bienestar y la supervivencia de millones de personas en todo el mundo.
Los componentes básicos de una vida feliz y saludable -agua limpia, aire puro, un clima estable y predecible- están sumidos en el caos, lo que pone en peligro los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pero aún hay esperanza.
Hace 50 años, el mundo se reunió en la Conferencia de Estocolmo.
Fue el inicio del movimiento mundial en defensa del medio ambiente.
Desde entonces, hemos visto lo que podemos lograr cuando nos unimos.
Hemos reducido el agujero de la capa de ozono.
Hemos ampliado la protección de la vida silvestre y los ecosistemas.
Hemos acabado con el uso de combustible con plomo, evitando así millones de muertes prematuras.
El mes pasado emprendimos una iniciativa mundial sin precedentes para prevenir y eliminar la contaminación por plásticos.
Hemos demostrado que juntos podemos afrontar retos monumentales.
El derecho a un medio ambiente saludable está ganando adeptos.
No obstante, nos queda mucho por hacer. Y debemos hacerlo mucho más rápido.
Sobre todo para evitar la catástrofe climática.
Debemos limitar el aumento de la temperatura mundial a 1,5 grados.
Pero estamos muy lejos de esta meta.
Para poder alcanzar el objetivo de 1,5 grados, los Gobiernos tendrán que reducir las emisiones en un 45 % para 2030 y lograr la neutralidad en carbono para 2050.
A partir de este año, los principales responsables de las emisiones deben reducirlas drásticamente.
Esto significa que debemos apresurarnos a poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Y acelerar el despliegue de energías renovables limpias.
Al mismo tiempo, debemos invertir rápidamente en la adaptación y la resiliencia, especialmente para las personas más pobres y vulnerables, que son quienes menos han contribuido a la crisis.
En junio, el mundo se reunirá de nuevo en Suecia para la reunión Estocolmo+50.
Asegurémonos de que nuestros líderes demuestren la voluntad necesaria y tomen las medidas que haga falta para abordar esta triple emergencia planetaria.
Porque no tenemos más que una Madre Tierra.
Debemos hacer todo lo posible para protegerla.