Sede de las Naciones Unidas, Nueva York.- Excelencias, señoras y señores: Al conmemorar el 80º aniversario de las Naciones Unidas, les invito a regresar por un momento a nuestros primeros días.
Cuando la Organización abrió por primera vez sus puertas, muchos de sus empleados llevaban heridas visibles de la guerra: una herida en una pierna, una cicatriz, una quemadura. Uno de ellos fue el Mayor Brian Urquhart, la segunda persona contratada por la ONU. Soldado británico durante la Segunda Guerra Mundial, fue herido en la explosión de un barco en el Canal de la Mancha; Presenció la liberación del campo de concentración de Bergen-Belsen; Y llevó, por el resto de su vida, la dificultad para caminar causada por un paracaídas que no se abrió. No estaba solo.
Un administrativo podía mencionar en voz baja una herida de bala. Un delegado, la esquirla de metralla aún alojada en su pecho. Habían visto lo peor de la humanidad: los horrores de los campos de exterminio, la crueldad del combate, ciudades completamente arrasadas. Y fue precisamente por lo que presenciaron que eligieron servir a la causa de la paz.
Excelencias, Existe el mito persistente de que la paz es ingenua. Que la justicia es sentimental. Que la única política “real” es la política del poder y el interés propio. Pero aquellos primeros empleados no eran idealistas ajenos a la realidad. Habían visto la guerra. Y sabían que: La paz es la búsqueda más valiente, más práctica y más necesaria de todas.
Al construir las Naciones Unidas, crearon algo extraordinario. Un lugar donde todas las naciones —grandes y pequeñas— pueden unirse para resolver problemas que ningún país puede resolver por sí solo. Y, sin embargo, en este momento, los principios de las Naciones Unidas están siendo atacados como nunca antes.
Mientras nos reunimos, civiles son atacados y el derecho internacional es pisoteado en Gaza, Ucrania, Sudán y más allá. Mientras nos reunimos, la pobreza y el hambre aumentan a medida que el progreso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible se estanca.
Mientras nos reunimos, el planeta arde, con incendios, inundaciones y temperaturas récord en medio del caos climático. Al mismo tiempo, avanzamos hacia un mundo multipolar. Pero sin instituciones multilaterales sólidas, la multipolaridad conlleva riesgos —como Europa aprendió en la Primera Guerra Mundial.
Para enfrentar estos desafíos, no solo debemos defender a las Naciones Unidas, sino también fortalecerlas. Ese es el propósito de la Agenda 2030, el Pacto para el Futuro y la iniciativa ONU80: renovar los cimientos de la cooperación internacional y garantizar que podamos cumplir para las personas en todas partes.
Excelencias, A lo largo de los años, nuestra Organización ha liderado algunos de los mayores logros de la humanidad: La erradicación de la viruela. La recuperación de la capa de ozono. Y, sobre todo, la prevención de una tercera guerra mundial. Las pruebas de los próximos 80 años serán tanto conocidas como nuevas.
La lucha continuará contra la guerra y la pobreza. Pero también contra el caos climático, las tecnologías descontroladas, la militarización del espacio y crisis que aún no podemos imaginar. Para enfrentar estos desafíos, recordemos lo que sabían nuestros fundadores: La única forma de avanzar es en conjunto. Estemos a la altura de este momento con claridad, valentía y convicción. Y hagamos realidad la promesa de la paz.
Gracias.